
Todo inició en la preparatoria…
Yo tenía 16 años cuando cursaba en la preparatoria una de las asignaturas que se asemeja a la Orientación Vocacional; después de contestar algunos cuestionarios, tenía algunas opciones que me hacían dudar de la veracidad de las pruebas (o de mi sinceridad al contestarlas); las cartas fuertes eran: Artes Visuales y Psicología.
Sinceramente, no me visualizaba en ninguna de las dos carreras, por lo que empecé a buscar planes de estudios y por fin encontré una carrera que fundía dos de mis áreas de interés, y esa carrera fue Ciencias de la Comunicación con Especialidad en Publicidad.
Después de un semestre, todo parecía bien, y algo totalmente alterno cambió mi manera de visualizar el futuro profesional: fui invitado a impartir clases de catecismo, lo que hice durante cuatro años aproximadamente, y sólo trabajé con niños. En ese lapso fui invitado a la sierra Tarahumara en Chihuahua, donde mi nuevo reto fueron los adultos; aún así, tenía demasiado tiempo para preparar mis intervenciones, además de que la Parroquia a la que pertenecía nos preparaba constantemente.
Terminé mi carrera y comencé a trabajar de diseñador gráfico, pero por ser un empleo muy inconstante, comencé a evaluar los estudios que había tenido, y llegué a la conclusión de que debía tomar un nuevo rumbo: recordaba el trabajo que habían hecho en mí algunos docentes (sobre todo del nivel superior) y tomando su ejemplo, busqué oportunidades para iniciar mi carrera docente. Y por fin inicié en enero de 2006 en una pequeña escuela particular, impartiendo materias de Taller de Lectura y Redacción, Literatura y Comunicación.
Mi primer contratiempo fue que en esa escuela tenía a varios alumnos que yo había conocido a través de la Iglesia, pero traté de separar los roles, ya que del trato demasiado fraterno, tuve que pasar a algo un poco más uniforme y serio, ya que al ser el maestro más joven de la institución, muchas de las acciones fraternas podrían tomarse a mal (sobre todo con las chicas).
Mi segundo contratiempo ocurrió cuando mis alumnos presentaron los primeros exámenes: el índice de reprobación fue demasiado alto y eso me hizo cuestionarme si verdaderamente estaba haciendo bien mi trabajo; mi “tranquilidad” surgió cuando vi que la mayoría de los maestros ayudaba de una u otra manera a los alumnos y hasta llegué a escuchar de uno de ellos el famoso “no pasó, lo pasé”…
Fue ahí cuando hubo un choque de ideas: primeramente, la frustración de ver cómo los maestros se prestaban a una especie de corrupción al acreditar alumnos con tal de mantenerlos en la institución, ya que “si hay alumnos hay sueldo”; por otro lado, me motivó más a no ser como ellos, y hacer que realmente los alumnos ganaran sus calificaciones, a través de actividades, proyectos y evaluaciones constantes. Hasta ese entonces no nos habían proporcionado preparación alguna, ya que la máxima ayuda que nos puede proporcionar dicha escuela es la de un cierto porcentaje de beca en una Maestría en Educación Superior (que está a punto de clausurarse por falta de alumnado).
Un año después de entrar a esa institución se redujo el número de alumnos y por consiguiente el número de horas clase, por lo que busqué mi primer segundo empleo. Consistía en dar asesorías a trabajadores de Centros Comerciales Soriana en sus sucursales. Inicié con una sola, para completar el sueldo que había perdido en la primera escuela, pero por el desempeño me dieron dos sucursales más.
Los promedios de mis alumnos de estas asesorías se incrementaron más de lo normal, por lo que me querían dar más sucursales… desafortunadamente por cuestiones personales tuve que abandonar este empleo y sus satisfacciones personales (incluso sobre las materiales)
Al siguiente año me llamó el coordinador académico de la primera escuela, que además de ser preparatoria cuenta con carreras profesionales, y desde el 2008 también trabajo en la Facultad de Comunicación de la misma “empresa”.
El choque familiar (sí, familiar) entre las dos escuelas hizo que a partir de mayo del 2008 solo laborara en la Facultad, por lo que empecé a buscar trabajo nuevamente y heme aquí, a partir de agosto de 2008, en el Conalep Guadalupe, donde he descubierto muchas más facetas del proceso de enseñanza y aprendizaje.
Dentro de este año y medio que llevo laborando en el Plantel, he redescubierto de muchas maneras mi labor como docente. Primeramente, que para esta tarea se requiere una preparación constante, ya que al mismo tiempo que la sociedad cambia, nosotros como colaboradores del proceso de enseñanza y aprendizaje, debemos ir a la par con el cambio de nuestros alumnos; el conocer los nuevos modelos y su sustento; reconocer nuestras áreas de oportunidad y nuestras fortalezas. En mi caso particular, éstas son:
- Áreas de oportunidad: La experiencia que crece con la preparación; además, intentaré organizar mejor mi tiempo, pues con dos empleos y dos cursos, hay poco tiempo para otras actividades (incluso las personales)
- Fortalezas: La juventud, el empeño y la colaboración, además de la idea de que las cosas salen mejor si se trabaja en conjunto e integralmente, por lo que busco esa integración con la mayoría de los compañeros maestros del plantel para unir nuestros esfuerzos por lograr mejores productos de aprendizaje.
Actualmente intento aprovechar al máximo los recursos proporcionados por el Plantel, explotando al máximo el uso de la tecnología y los medios de comunicación (el lunes tendremos nuestro primer programa de radio en línea)
Y es así como he conjugado algo de lo que me apasiona en la vida:
- La comunicación, propiamente dicha, ya que es un recurso indispensable en la práctica docente.
- El diseño gráfico, al usarlo como herramienta en la elaboración de materiales didácticos y en las actividades del plantel.
- La psicología, pues requerimos de conocimientos básicos de ella para tratar con algunas situaciones de conflicto.
Autoevaluándome, considero que aún me falta mucho por aprender, y por ello estamos aquí.